Oigo cómo las manos rasgan la guitarra. Oigo el sentimiento y lo disfruto. Recuerdo también el instrumento que tengo guardado en un estuche, empolvado, acumulando mis notas, mi voz, mis ensayos. Me vienen a la mente los momentos de alegría, los duetos a voz y guitarra con esa querida amiga, sí venezolana.
Las risas, las segundas voces, el acompañamiento. El empeño y la perseverancia por sacar una simple tonada. Los sueños de tener una gran voz, la aspiración de un requinteo suficiente, poco perfecto. La catársis para sacar la tristeza, el enojo, la melancolía; también la expresión del romanticismo, del enamoramiento real.
La alegría por sacar, a fuerza de práctica, "Ojalá" de Silvio Rodríguez. El dolor de los dedos, las uñas cortas, el perfume de rosas que se libera cuando vuelvo a abrir esa caja. Mis primeras notas, mis primeras clases, mis primeras canciones.
También mi segunda guitarra: no la tercera - esa, la sevillana que resuena con pasión flamenca-, la de mi abuelo, la que en vida me dio: "Toma, cuando me muera es tuya". Cuando se me fue al cielo, me la dejó con la tonada de "Es el toro enamorado de la luna" guardada en el puente, en las llaves, en las cuerdas, en la caja; todavía lo escucho admirando su virtud innata, de oído, esa que también lo hacía sacar en el piano, su piano -ese que ahora está en la sala de la casa-, las canciones de Agustín Lara y en el que me pedía siempre que le tocara "Estrellita" de Manuel M. Ponce, sólo para él, una y otra vez. Todavía me la sé y con los dedos llenos de memoria me dejo llevar sobre las teclas ahora ya desafinadas.
La guitarra y el piano: dos instrumentos de grandes recuerdos, de expresión desde mi niñez y adolescencia. La guitarra: mi profesión frustrada, mi destello defectuoso de arte, de oído. Mi momento de soledad, de reflexión. Mi espacio empolvado, seguro, olvidado.
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Te quitas toda la ropa, la del alma, y te muestras como va, sin tapujos.
ResponderEliminarLeo entre las notas - imaginadas - de esas tres guitarras (a un sólo tiempo, pero diferentes) un deseo muy fuerte por salir de nuevo y llenar de perfume la habitación.
Arte contenida por un gran dique (seguramente la cotidianeidad)
La nostalgia, la necesidad del abrazo viejo pero fuerte y protector...
Gracias por compartirlo, de esta manera tan natural.
Los recuerdos son vastos, ilimitados. Muchos de ellos nos transportan a espacios convergentes que sólo sabemos existen en mundos imaginarios y que en ocasiones la realidad se da a la tarea de tocarlos, sentirlos, vivirlos, sólo un momento, segundos tal vez, o en ocasiones por toda una vida. La realidad de esos mundos remembrantes nos dan la vida a la generación de ideas, pensamientos y sentires que sólo nosotros podemos crear y dar vida, que sólo nosotros somos los que podemos dar la pauta a nuestros mundos y siempre esos recuerdos nos dejarán el legado del mundo imaginario, que a veces existe en ese ambiente, un espacio que sólo nosotros sabemos...
ResponderEliminarAntonio Trejo
¿Sabes? No sólo son recuerdos lo que evocas. Son caricias sensoriales que se convierten en recuerdos de todos, en guitarras y música propias, profundas e íntimas.
ResponderEliminarLograste que tu música se volviera mi música, y tu melancolía mi emoción.
Gracias